martes, 15 de abril de 2008

LAS PALABRAS. Jean-Paul Sastre

¿Verdad que es difícil recordar el momento en que uno aprendió a caminar, a leer, a escribir? Es tan difícil como saber el momento en que uno se duerme o deja de estar despierto. Sin embargo, a todos nos gustaría saber cómo se fueron haciendo comprensibles para nosotros esos extraños signos que no quieren decir nada pero que, de pronto un día comienzan a tener significado y nos parece descubrir un mundo nuevo, lleno de palabras que hablan de mares, países, hombres y animales. Un gran escritor francés, Jean- Paul Sastre, ha escrito un libro. Las palabras, sobre su infancia, en el que recuerda cómo aprendió a leer. Aprovechemos la oportunidad que nos ofrece para saber cómo lo hicimos nosotros:

Ana María me hizo sentar delante de ella, en mi sillita; luego se inclinó, bajo los párpados y se durmió. De aquella cara de estatua salió una voz de yeso. Creí volverme loco. ¿Quién contaba? ¿Qué? ¿Y a quién? Mi madre se había ido: ni una sonrisa, ni un signo de que estaba allí; yo me sentía en el exilio. Además no reconocía su manera de hablar corriente. ¿De dónde le venía aquella seguridad? Al cabo de un momento logré comprenderlo: era el libro el que hablada…Me apoderé de una obra titulada Tribulaciones de un chino en China y me la llevé al cuarto trastero; allí, tendido en una cama plegable de metal, hice ver como que leía: seguía con los ojos las rayas negras sin saltarme ni una y me explicaba a mi mismo una historia en voz alta, teniendo cuidado de pronunciar todas las sílabas. Me sorprendieron – o hice para que me sorprendiera -, y hubo exclamaciones; entonces decidieron que ya era hora de que aprendiera el alfabeto. Mostré un celo de catecúmeno, y conseguí incluso que me dieran clases particulares. Me iba derecho a mi cama de metal con Sin familia, de Héctor Malot, que me sabía de memoria, y, medio recitando, medio descifrando, seguía todas las páginas, una detrás de otra: cuando volví la última, ya sabía leer.

Me volví loco de alegría: ¡ahora serían bien mías aquellas voces…. Que el abuelo reanimaba con su mirada, aquellas voces que él sentía sin hablar, y yo no ¡Ahora las sentiría, me llenaría de discursos ceremoniosos, lo sabría todo. Se me permitió vagabundear por la biblioteca y me dispuse a asaltar la sabiduría humana. Fue eso lo que me formó.






Y mi opinión sobre lo que leí es:

He aquí una belicosa descripción del aprendizaje de un niño. En Las palabras, Sastre intenta explicar su propia vida, su aislamiento de la realidad, su error de confundir “las cosas con sus nombre”, por haberlas aprendido en los libros antes que en la vida. Pero el autor de Las Palabras ha llegado a ser, pese a esta infancia retraída, uno de los grandes valores literarios de la dad contemporánea. No es posible dar unas características de su ingente obra, pues Sartre es un hombre que ha ido cambiando constantemente, sin detenerse jamás en un punto. Es un discutido dramaturgo –Las moscas, a puerta cerrada, El diablo y el buen Dios-, un loable ensayista agudo y penetrante –Situaciones- y un filósofo del existencialismo –El ser y la nada, Crítica de la razón dialéctica-. Pero sobre todo, es un escritor de dimensión universal, pues ha puesto al hombre y a sus problemas ante la vida como centro de toda su labor literaria.
Jean-Paul Sartre nació en París 1905- Filósofo, dramaturgo, novelistas y ensayista de renombre universal, rechazó el Premio Nobel de Literatura en 1964. En 1946 fundó la revista Les temps modernes. Además de las obras citadas ha escrito una trilogía novelista, Los caminos de la libertad, y numerosos ensayos políticos y filosóficos.

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