Las mil y una noches es uno de los principales libros de cuentos de la literatura oriental. Muchas son las adaptaciones que se han realizado, destinadas principalmente al público infantil, teniendo entre los favoritos a Aladino y la lámpara maravillosa, Simbad el marino y Alí Babá y los 40 ladrones, comenzando por supuesto con la de Scherezada, la doncella que logró evitar su muerte contando estas historias al sultán durante un día, nueve meses y dos años.
Las historias originales, muchas de ellas sangrientas y sensuales, refieren sucesos ocurridos en Persia, India y Egipto. Claro que al destinarse a ser contadas a los niños se han realizado adaptaciones que conservan la parte de la enseñanza moral.
Son historias fantásticas de magia, sultanes, genios malhumorados, truhanes, doncellas, ciudades de construcciones maravillosas, de desiertos, camellos, mares, monstruos, alfombras mágicas, romances y desventuras que nunca pasan de moda y que son redescubiertas por cada nueva generación.
En este volumen, cuya selección y adaptación es obra de Margarita Castells, se separa de las versiones tradicionales que prefieren a Aladino, Alí Babá y, aunque incluye El primer viaje de Simbad el marino, da cuenta de otros 10 relatos menos conocidos: La pulga y el ratón, La generosidad de Hátim Atay, Historia del envidioso y el envidiado, El maestro analfabeto, El pescador y el genio, El enano jorobado, El banquete de Mansur, El prestamista y el ladrón, Historia de Abú Quiry Abú Sir y El rey Simbad y el halcón, este último un poco violento.
Las ilustraciones de esta adaptación, editada en pasta dura, son de Eulália Sariola, quien se inspiró en la antigua ciudad Siria de Alepo.
El libro de las mil y una nochesSelección: Margarita CastellsEditorial: Ediciones BNúmero de páginas: 71Precio de lista: 199 pesos
La literatura árabe empezó a decaer en el siglo XI, y en el XIII, tras la invasión mogólica, se eclipsó casi por completo. Sin embargo, en esta época se redactó definitivamente Las mil y una noches, colección de cuentos de origen indio que fueron traducidos al persa y que posteriormente penetraron en Arabia, donde se les añadieron relatos fantásticos de procedencia egipcia.
Los cuentos que integran Las mil y una noches, más que una producción c completamente árabe, constituyen una clara muestra de la desbordante fantasía oriental. La unidad de la narración se consigue mediante el recurso de ponerlos en labios de la hermosa y no menos inteligente Scherezada, esposa del sultán Echarían.
La sultana, cada amanecer, interrumpe s narración a fin de evitar o cuando menos retrasar la triste suerte que aguarda a todas las esposas del sultán, que deben morir tras la primera noche nupcial. Al llegar a la noche mil una, las sentencia fue revocada.
He aquí un fragmento de uno de los cuentos más famosos, precisamente el que nos habla del segundo viaje de Simbad el marino. En el, como en todos los demás se hace gala de una deslumbrarte imaginación capaz de trasladarnos a los ambientes más exóticos y a las situaciones más maravillosas:
…Al fin vine a resignarme en la voluntad de Dios, y sin saber qué haría; me fui a la cima de un gran árbol, desde donde miré a todas partes por ver si descubría alguna cosa que pudiera darme un rasgo de esperanza.
Dirigiendo la vista hacia el mar, no descubrí más que haga y cielo, pero habiendo divisado por la parte de tierra cierta cosa blanca, bajé del árbol y, con las provisiones que me quedaban, caminé hacia aquel objeto blanco, que estaba tan distante que no podía distinguir bien lo que era.
Cuando me hallé a una distancia proporcionada, noté que era una bola blanca, de altura y grosor prodigiosos, y habiéndola tocado luego que estuve junto a ella, halle que era muy suave. Di una vuelta a su alrededor para ver si tenía alguna abertura: pero no pude descubrir ninguna, y me pareció imposible subir sobre ella según era de lisa: tendría unos cincuenta pasos de circunferencia.
Estaba el sol próximo a su ocaso; de repente se oscureció el aire, como si hubiese interpuesta una espesa nube, Pero si quedé asombrado de esta oscuridad repentina, no lo quedé menos cuando vi. que el objeto que la producía era un pájaro de un tamaño extraordinariamente grande que venía volando hacia donde yo estaba.
Luego me acordé de un pájaro llamado roc, del cual había oído hablar con frecuencia a los marineros, y conocí que la gruesa bola que tanto había yo admirado debía de ser un huevo de aquel pájaro. En efecto, se dejó caer y se puso sobre él para cubrirlo.
Al verlo venir, me había apretado cuanto pudo junto al huevo, de suerte que el pájaro puso delante de mí unos de sus pies, que eran tan gruesos como un gran tronco de árbol. Áteme fuertemente a él con el lienzo del que estaba rodeado mi turbante, con la esperanza de que cuando emprendiere su vuelo me sacaría de aquella isla desierta.
Efectivamente, después de haber pasado la noche en aquel estado, luego que amaneció y echó a volar el pájaro, y me elevó tan alto, que ya no descubría la tierra; y luego se precitó con tanto rapidez que no sentía dónde entabla. Cuando paró el pájaro y me vi. en el suelo, desaté inmediatamente el nudo que me tuve ligado a su pie, y no bien había acabado de soltarme, cuando se arrojó sobre una serpiente de una longitud prodigiosa, la cogió y al punto echó a volar…
Las historias originales, muchas de ellas sangrientas y sensuales, refieren sucesos ocurridos en Persia, India y Egipto. Claro que al destinarse a ser contadas a los niños se han realizado adaptaciones que conservan la parte de la enseñanza moral.
Son historias fantásticas de magia, sultanes, genios malhumorados, truhanes, doncellas, ciudades de construcciones maravillosas, de desiertos, camellos, mares, monstruos, alfombras mágicas, romances y desventuras que nunca pasan de moda y que son redescubiertas por cada nueva generación.
En este volumen, cuya selección y adaptación es obra de Margarita Castells, se separa de las versiones tradicionales que prefieren a Aladino, Alí Babá y, aunque incluye El primer viaje de Simbad el marino, da cuenta de otros 10 relatos menos conocidos: La pulga y el ratón, La generosidad de Hátim Atay, Historia del envidioso y el envidiado, El maestro analfabeto, El pescador y el genio, El enano jorobado, El banquete de Mansur, El prestamista y el ladrón, Historia de Abú Quiry Abú Sir y El rey Simbad y el halcón, este último un poco violento.
Las ilustraciones de esta adaptación, editada en pasta dura, son de Eulália Sariola, quien se inspiró en la antigua ciudad Siria de Alepo.
El libro de las mil y una nochesSelección: Margarita CastellsEditorial: Ediciones BNúmero de páginas: 71Precio de lista: 199 pesos
La literatura árabe empezó a decaer en el siglo XI, y en el XIII, tras la invasión mogólica, se eclipsó casi por completo. Sin embargo, en esta época se redactó definitivamente Las mil y una noches, colección de cuentos de origen indio que fueron traducidos al persa y que posteriormente penetraron en Arabia, donde se les añadieron relatos fantásticos de procedencia egipcia.
Los cuentos que integran Las mil y una noches, más que una producción c completamente árabe, constituyen una clara muestra de la desbordante fantasía oriental. La unidad de la narración se consigue mediante el recurso de ponerlos en labios de la hermosa y no menos inteligente Scherezada, esposa del sultán Echarían.
La sultana, cada amanecer, interrumpe s narración a fin de evitar o cuando menos retrasar la triste suerte que aguarda a todas las esposas del sultán, que deben morir tras la primera noche nupcial. Al llegar a la noche mil una, las sentencia fue revocada.
He aquí un fragmento de uno de los cuentos más famosos, precisamente el que nos habla del segundo viaje de Simbad el marino. En el, como en todos los demás se hace gala de una deslumbrarte imaginación capaz de trasladarnos a los ambientes más exóticos y a las situaciones más maravillosas:
…Al fin vine a resignarme en la voluntad de Dios, y sin saber qué haría; me fui a la cima de un gran árbol, desde donde miré a todas partes por ver si descubría alguna cosa que pudiera darme un rasgo de esperanza.
Dirigiendo la vista hacia el mar, no descubrí más que haga y cielo, pero habiendo divisado por la parte de tierra cierta cosa blanca, bajé del árbol y, con las provisiones que me quedaban, caminé hacia aquel objeto blanco, que estaba tan distante que no podía distinguir bien lo que era.
Cuando me hallé a una distancia proporcionada, noté que era una bola blanca, de altura y grosor prodigiosos, y habiéndola tocado luego que estuve junto a ella, halle que era muy suave. Di una vuelta a su alrededor para ver si tenía alguna abertura: pero no pude descubrir ninguna, y me pareció imposible subir sobre ella según era de lisa: tendría unos cincuenta pasos de circunferencia.
Estaba el sol próximo a su ocaso; de repente se oscureció el aire, como si hubiese interpuesta una espesa nube, Pero si quedé asombrado de esta oscuridad repentina, no lo quedé menos cuando vi. que el objeto que la producía era un pájaro de un tamaño extraordinariamente grande que venía volando hacia donde yo estaba.
Luego me acordé de un pájaro llamado roc, del cual había oído hablar con frecuencia a los marineros, y conocí que la gruesa bola que tanto había yo admirado debía de ser un huevo de aquel pájaro. En efecto, se dejó caer y se puso sobre él para cubrirlo.
Al verlo venir, me había apretado cuanto pudo junto al huevo, de suerte que el pájaro puso delante de mí unos de sus pies, que eran tan gruesos como un gran tronco de árbol. Áteme fuertemente a él con el lienzo del que estaba rodeado mi turbante, con la esperanza de que cuando emprendiere su vuelo me sacaría de aquella isla desierta.
Efectivamente, después de haber pasado la noche en aquel estado, luego que amaneció y echó a volar el pájaro, y me elevó tan alto, que ya no descubría la tierra; y luego se precitó con tanto rapidez que no sentía dónde entabla. Cuando paró el pájaro y me vi. en el suelo, desaté inmediatamente el nudo que me tuve ligado a su pie, y no bien había acabado de soltarme, cuando se arrojó sobre una serpiente de una longitud prodigiosa, la cogió y al punto echó a volar…
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