martes, 15 de abril de 2008

UN VIAJE EN TRANVÍA. Wenceslao Fernández Flóres

Hoy en día puede tener tanta emoción viajar en un tranvía o en un autobús abarrotado de gente como escalar el Himalaya en medio de los más terribles peligros. Al menos, así lo afirma Fernández Flórez, uno de los grandes humoristas de la literatura española. He aquí las aventuras de un famoso explorador inglés, a quien se le ocurrió subir a un tranvía en Madrid:
William Brook era un viajero infatigable. No había secretos para él en la redondez de la tierra. Había cruzado seis veces el Sahara montado en reflexivos camellos, sufriendo la angustia de la sed Padeció el escorbuto en Spitzberg. Frotó su nariz con las narices de los negros que esconden sus cabañas en el arcano del África central. Pisó las inhóspitas playas de Tierra del Fuego y se sentó más de cien noches en los vivaques de los cazadores de pieles de Canadá y ante las escudillas llenas de arroz de los chinos. Subió en globo, descendió en submarino, cortó el hielo con acerados patines, durmió en las copas de los árboles, sufrió y gozó todas las emociones y peripecias de los grandes viajes. Y un día llegó a Madrid.
Llegó a Madrid con su ligero casco de corcho, sus medias inglesas y su morral cruzado en bandolera; y se situó en la Puerta del Sol para esperar un tranvía, el número 3.
Primero no esperaban el 3 más que una señora con una cesta y cinco guardias; pasando media hora, una multitud impaciente y torva se alineaba junto a los carriles, pateando, mirándole reloj y dándose codazos. Unos automóviles que aplastaron a siete u ocho personas no lograron aclarar el grupo. Al fin sonó una voz:
-¡Ahí viene un 3!
Se acercaba, en efecto, lleno de luz, con racimos humanos en su plataforma y los topes oscurecidos por una masa que, según pudo advertir después William Brook, era un conglomerado de chiquillos. Se acercaba tintineando alegremente. No se había detenido aún y la muchedumbre se lanzó a asaltarlo.
Empujando, pisoteado, pellizcado, el ilustre viajero fue y vino entre la turba. Ora se encontraba rechazado hasta el Ministerio de la Gobernación (1), ora se veía lanzado contra el coche. Pegó y le pegaron Mordió y le midieron. Oyó llorar a una madre que había perdido a su hijo en el tumulto, y a un padre que había perdido su alfiler de corbata. William Brook ha naufragado tres veces y presenció, con el corazón estremecido, las luchas desesperadas por la posesión de un bote o de un simple chaleco salvavidas. Nada sin embargo, tan tremendo como aquella batalla por alcanzar un puesto en el tranvía número 3. William gritaba en varios idiomas: -¡Renuncio, renuncio!¡No quiero más! Pero nadie le hacía caso. A la fuerza le izaron a la plataforma posterior. Había perdido el casco de corcho y una bota; tenía la sospecha de llevar rotas dos costillas, pero no pudo comprobarlo hasta una hora después, porque no le era posible mover los brazos, apretujado entre los asaltantes.
Nada de particular tiene que en aquella confusión poca gente supiese dónde estaban sus bolsillos y metiesen las manos en los de los demás. Esto fue lo menos importante, y no se preocupó de ello porque un espectáculo más doloroso le conturbó poderosamente. Una señora gorda exhalaba cerca de él angustiosos gemidos, murmurando que iba a perecer aplastada de un momento a otro. Un anciano murió en el instante de decir: Dos billetes hasta Noviciado; pero como no podía caerse al suelo, nadie se enteró de su muerte.
El tranvía quedó seis veces sin fluido, y llegó al final del trayecto al cabo de setenta minutos. La señora gorda bajó biselada. William Brook tenía casi todo el pelo blanco…

(1) Edificio situado en la Puerta del Sol de Madrid.

Y mi opinión sobre lo que leí es:

Este es un relato, lleno del humor crítico y amable tan característico de su autor, pertenece a un libro titulado. Las gafas del diablo.
Wenceslao Fernández Flórez alcanzó grandes éxitos en el género narrativo; tras el humorismo de sus relatos late una visión pesimista y amarga del mundo. Fue autor de numerosas novelas y cuentos, entre los que cabe destacar El bosque animado, El secreto de Barba Azul, Las siete columnas y El malvado Carabel. Fue miembro de la Real Academia de la Lengua. Nació en la Coruña hacia 1879 y murió en Madrid en 1964.