Gulliver es hombre amigo de viajes y aventuras. Tras uno de sus numerosos viajes, una tempestad hace naufragar su velero. Con otros cinco tripulantes, en una barca, consiguen salvarse momentáneamente. Una súbita ráfaga de viento norte hace zozobrar el bote, y Gulliver, nadando, arriba a una costa desierta. Se interna tierra adentro y, vencido por la fatiga, se tiende a dormir sobre un prado. Al día siguiente, cuando se despierta, no puede incorporarse:
—Intenté levantarme -nos explica el propio Gulliver-, pero no pude, porque, tendido de espaldas como me hallaba, encontré mis piernas y brazos fuertemente atados por ambos lados al suelo, y mi cabello, que era largo y abundante, sujeto del mismo modo...
Lo que ocurre es que Gulliver ha llegado a Liliput, el país de los enanos, el más alto de los cuales apenas llega a los quince centímetros. En un principio consigue ganarse la simpatía de los liliputienses. Divierte al emperador y a sus nobles y se le concede una cierta libertad de movimientos. Las buenas relaciones de Gulliver con los enanos, sin embargo, duran poco tiempo. El rey ordena en cierta ocasión que se disparen sobre el Hombre Montaña, como llaman a Gulliver, dardos envenenados, pero éste, prevenido a tiempo, consigue huir en una barca que ha cargado de provisiones.
Regresa a Inglaterra y, embarcado nuevamente, llega a Brobdingnag, tierra poblada por gigantes altos como torres, que a cada zancada avanzan ocho metros. Uno de esos hombres coge a Gulliver entre el pulgar y el índice y se lo enseña a su mujer, que chilla horrorizada hasta que se convence que el diminuto ser parece ser un animalito dócil y sumiso. Las descomunales proporciones de los habitantes de Brobdingnag sugieren a Gulliver la relatividad del poder y de la grandeza de los hombres.
Tras dos años de estancia en el país de los gigantes, Gulliver, arrebatado por una monstruosa águila, es arrojado al mar. Tiene la suerte de ser recogido por un barco y vuelve a Inglaterra. Posteriormente visita Laputa, gigantesco objeto volador, gracias al cual puede huir de una isla desierta. Se trata de una especie de platillo volante, o mejor, una enorme isla voladora, a la que Gulliver es elevado mediante poleas. Está poblada por una raza de científicos y filósofos. Posteriormente llega a Luggnagg, donde habitan los struldbrugs o inmortales. Dicen a Gulliver que «de vez en cuando, aunque muy raramente, nacía en alguna familia un niño con una mancha roja y circular en la frente, precisamente sobre la ceja izquierda», lo que era signo infalible de que aquel niño no moriría jamás. La inmortalidad, sin embargo, es considerada por los struldbrugs como el peor de los males. En su postrer viaje, Gulliver llega al país de los houyhnhnms, raza de caballos pensantes que se expresan en un idioma parecido al alemán. Nuestro héroe reside durante tres años en este último país y regresa luego definitivamente a Inglaterra, después de atinadas reflexiones y consideraciones sobre todo lo que aprendió durante los viajes.
Todas esas extraordinarias aventuras constituyen el argumento de la famosa fantasía satírica Viajes de Gulliver, escrita por Jonathan Swift, pero más allá de las peripecias y de la desbordante imaginación que se advierte en la obra, y que la han convertido en un libro clásico de la literatura juvenil, se encierra también en ella una violenta diatriba contra los usos y costumbres de la sociedad inglesa de aquellos tiempos, e incluso una amarga crítica contra los hombres en general, sin distinción de nacionalidades.
Jonathan Swift.